Luís António Cardoso da Fonseca Mail: luiscardosofonseca@hotmail.com

sábado, 21 de julho de 2007

Fats Waller

17 de julio.- La dictadura de la actualidad es un coñazo. ¿De verdad tenemos que tragarnos hasta el último churro prefabricado por el New Musical Express y sus variantes patrias? Pensaba esto al salir del (por otro lado estupendo) Summercase. Cogí el coche, puse una cinta de Fats Waller y fue, justo después de LCD Soundsystem, otra maravilla. De uno a otro, 80 años. Así que hoy, sin efeméride de por medio, le dedico un post a uno de los primeros tipos que hizo rock and roll con un piano.
Un elegante Hendrix del swing. Django Reinhardt en negro y a las teclas. Un genio que murió como un perro en 1943: se lo llevó una prosaica neumonía en un tren cerca de Kansas, durante una de sus interminables giras para al cabo ganar cuatro duros. Tenía 39 años y había compuesto casi 600 canciones. Muchas de ellas obras maestras, singulares gemas tragicómicas embrionarias de músicas futuras. Productos muy de su época, el fértil y jodido periodo de Entreguerras. Tiempos inseguros: tiempos creativos.
Waller (Harlem, 1904), hijo de un pastor baptista y por supuesto pobre de solemnidad, impresionó como un curioso Mozart negro desde que se sentó al piano a los seis años. Ya no se bajó. De chaval se convierte en un estajanovista que lo mismo toca para el cine mudo del Lincoln Center que en cualquier antro de tres al cuarto. A los 25 atrapa la canción que quizás más le haya sobrevivido: 'Ain't misbehavin' , bellísima nostalgia a lo Louis Armstrong con frenético intermedio de 'big band'. Una joya cuya elegancia ha embellecido últimamente algún vomitivo anuncio de bancos o eléctricas o así.
Casi encadenado a la 'caja de dios' -como llama con sarcasmo al piano en irreverente recuerdo de su padre-, Waller pasa años pariendo un tema a la semana y un show por noche.
Forja su estilo: una avalancha de notas al piano (se le coloca en el Olimpo pianístico de la Historia por su salvaje mano izquierda), una voz sugerente, melodías de pegada demoledora, sedosas sutilezas cuando quería, una histriónica vis teatral que a veces se confundía con cierto infantilismo...
Y, además, como aire de músico callejero, de lazarillo. Por más que llegara a actuar ante 100.000 personas en 1932 en Chicago, y por más que después interpretaran sus temas desde Ella Fitzgerald hasta la nada rubia de Diana Krall.
Su drama (además de su condición de 'workaholic'): que América siempre lo tuvo por bufón. No sin razón, porque Waller parecía a veces un superdotado mono de feria, pero con una cataclísmica capacidad para evocar sentimientos, y con un sentido musical de la ironía quién sabe si no superado (puerta de entrada: la compilación '69 songs' o temas como 'Honeysuckle rose' y 'Dem bones').<
Pero él quería que lo tomaran en serio y por eso, después de incursionar en el musical y en Hollywood, convertido en uno de los animadores de aquella América que tenía poco por qué animarse tras el 29 y antes del 45, buscaba seguir el camino respetable de un Gershwin. No pudo. Se estropeó la calefacción del tren y -entonces pasaban esas cosas- murió de un catarro traicionero que degeneró en neumonía. Aunque en realidad, como sucede sólo a veces, Fats Waller no murió.
Retirado do Blog do Jornal " El Mundo " - Rock & Blog de Quico Alsedo


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" Muitas vezes, meu caro senhor, as aparências iludem, e quanto a pronunciar uma sentença sobre uma pessoa, o melhor é deixar que seja ela o seu próprio juiz. " Robert Walser

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