«De todas las imágenes que vio, hay una que no se le va de la cabeza. La historiadora preserva el secreto de la tesis aún sin publicar y no da nombres. Revela sólo que es de un fotógrafo orensano "no muy conocido". "Aparecen un bebé muerto y su hermanito vivo que lo acompaña". A los niños que morían se los retrataba para conservar la memoria de su cara vista y no vista. A los mayores, además de por el recuerdo, se los solía fotografiar para dar fe del óbito a los familiares que estaban ausentes. La fotografía post mortem era un documento importante en el reparto de las herencias. Después de avisar al cura, se iba a por el retratista. Volvían andando o en burro. Más tarde en coche. El material pesaba, pero había prisa por llegar. Para sacar al muerto lo más vivo posible.» ler aqui artigo completo.
Silvia R. Pontevedra, El País( Galicia ), 27/10/2009
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