«Que a Picasso le gustaba el sexo más que la miel al oso es cosa sabida. Toda su obra rezuma erotismo y así ha quedado claro en las diversas exposiciones sobre el tema que se han venido haciendo estos años. Lo que no era tan conocido es que atesoraba una excelente colección de estampas eróticas japonesas y que éstas, además, le influyeron en algunas de sus series de grabados. Pues, aunque no hay una estricta correspondencia formal, sí que pueden apreciarse curiosas coincidencias de composición en la manera de acoplarse de los amantes o en el interés por forzar la postura de manera que se aprecien los órganos genitales con pelos (nunca mejor dicho) y señales. Un poco a la manera de los shunga japoneses, una versión erótica de los ukiyo-e, de utilidad meridiana, en la que la delicadeza del dibujo no impide mostrar los coitos con todo detalle.» continuar a ler aqui.
Catalina Serra, El País, 05/11/2009
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